Este texto es una reseña crítica del libro "Joseph Pulitzer. Luces y sombras de un
periodista genial"
¿A qué
tipo de público y por qué pretende dirigirse el diario de Pulitzer?
La
importancia que tiene Pulitzer en la nueva concepción del periodismo es que
contempla el medio como un canal que debe ser accesible a todo el mundo. Hay
que entender el término accesible respecto a la accesibilidad al precio y a los
contenidos. Su batalla por sacar al mercado un producto que todos pudieran
comprar, independientemente de la clase social a la que se perteneciese, y la
configuración de contenidos que pudieran satisfacer la curiosidad de todo el
espectro social son las claves de su éxito.
Si a la
batalla de precios, en la que bastantes competidores decidieron entrar
equivocadamente, le sumamos ese afán por despojar de cierto elitismo a la
lectura de diarios, buscando un público llano, amplio y “de la calle”, es
seguro confirmar que tenía más de media batalla ganada. Otra parte de su
inteligencia en estos negocios proviene de la capacidad integradora de los
públicos, es decir, aunque Pulitzer “Quiso dar un protagonismo a los que no lo tenían, los que sólo podían
ser objeto de explotación por parte del capitalismo rampante”, nunca olvidó “tratar
con seriedad las cuestiones que lo merecían”, siendo esto último un certero
referente a las clases más instruidas y preparadas que, históricamente habían
sido el centro de atención de los medios escritos.
El autor del libro lo resume perfectamente en la
siguiente frase:
“Efectivamente, logró
su propósito de hablar a una nación, no a un círculo reducido de personas
entendidas (Jekyll y Hyde): sensacionalismo en el tratamiento de los sucesos
cotidianos junto a intelectualismo en la página editorial”.
Bucear en el por qué de
esta actitud “Jeckyllhydiana” merece una doble respuesta. Por una parte “Jeckydiana”
basada en su “sensibilidad”, basta ver sus inicios para comprobar el profundo
conocimiento de las clases desfavorecidas desde su experiencia vital. Ser
cuidador de mulas, estibador y camarero, amén de emigrante en difíciles
circunstancias, ayudó a empatizar con las clases bajas. Si a esto le sumamos la
influencia de Schurz, codirector del Westliche Post en Saint Louis en 1867, con
gran ascendente sobre Pulitzer en valores democráticos y sociales, no es de
extrañar que nuestro protagonista entendiera el periodismo como un servicio a
la sociedad.
En el apartado
“Hydeiano”, menos humano y más animal mediático con “brillantez de
pensamiento”, Pulitzer entiende que el futuro del medio está en la globalidad
de públicos anteriormente explicada.
Su naturaleza
perfeccionista, propia de las personas que juegan al ajedrez, dado que este
juego requiere muchísimo trabajo y disciplina, queda impreso en sus acciones
empresariales desde el inicio. La alta competencia existente y su lucha por
desarrollar lo que lleva dentro le valdrá como doble premio: dar voz a los “sin
voz”, con un estilo “breve,
despreocupado y dinámico, que conectaba con la gente de la calle” y, por otra
parte, recibir el reconocimiento del público entendido.
¿Qué
novedades temáticas y formales ofrece el periodismo de Joseph Pulitzer frente
al representado por diarios como The Sun?
En
cuestiones temáticas es divertido señalar los artículos de Richard Adams Locke
sobre la vida en la Luna que el Sun reprodujo durante una semana. Evidentemente
esto daría para una tesis sobre la Agenda Setting en esos tiempos ya que el
público estaba encantado. La veracidad de la información no tenía valor.
Frente
a estos cuentos, Pulitzer apuesta por lo humano desde un punto de vista también
criticable. Los asuntos criminales y pasionales que pueden acercarse al
espectador comienzan a copar sus columnas atrayendo a un público necesitado de
conocer más sobre temas cercanos. También se proponen temas relacionados con
ecos de sociedad y reportajes sobre viajes o expediciones que van orientados
hacia ese aspecto “Jeckyldiano” de Pulitzer.
La
necesidad de alejarse de su más directo competidor se incrementa con la
introducción de una “hoja de calidad”, la importancia del cuidado editorial y
la cobertura de información internacional. Aquí el referente “Hydeliano” es
claro.
La
inserción de “2 espacios cuadrados para autopromoción
del World o anuncios que iban cambiando” y la reducción de la tipografía, para
albergar más texto y posibilitar también más espacios en blanco, supuso una
novedad importante.
Si a los cambios anteriores le sumamos la
proliferación de mayor número de dibujos que ilustraran la información, es
obligado decir que el número de hojas del diario debía ser superior a las 4
hojas del Sun. El diario de Pulitzer tenía de 8 a 10 páginas salvo los fines de
semana que contaba con 12. Este detalle unido al cambio a un formato pequeño,
parecido al actual, y a la renovación de su cabecera con sus dos “semiglobos
terráqueos” y sus poderosos rayos llamaban a pensar que algo diferente estaba
sucediendo. En forma y fondo.
¿Qué
diferencias y semejanzas encuentras entre la manera de entender el periodismo
de Pulitzer y de Hearst?
Empezaremos
por aquellos aspectos humanos que más los diferencian:
Pulitzer
es un amante de su profesión, comunicador convencido del bien social que pueden
proveer los medios a través de la información, si bien cae en el
sensacionalismo barato para poder llegar a una mayor masa. Ama el periodismo y
trata de rodearse de aquellos profesionales que, bajo la consigna de
“precisión, precisión y precisión”, sean capaces de alcanzar una calidad
determinada del producto mediático final.
Hearst
también es un amante, pero de sí mismo. Un caprichoso millonario que sólo busca
el reconocimiento personal en cada una de sus facetas diarias. Desde sus
desvaríos en la universidad hasta el acoso al gobierno español del momento por
el caso de la señorita Cisneros, su afán es Hearst. Para este afianzamiento de
su condición no se esconde al reconocer que “la memoria es olvidadiza y que lo
importante es llamar la atención”. El concepto de rigor informativo es
soterrado.
Pulitzer
respeta la realidad mientras Hearst anteponía el titular y las cifras de
difusión a la veracidad de los mensajes. Ya desde sus inicios se lo hizo conocer
a su padre al indicarle que uno de los aspectos fundamentales a cambiar en el
Examiner era la necesidad de “ser reconocido desde Oregon hasta Nuevo México”.
Paradógicamente,
resulta curioso señalar que existen bastantes semejanzas entre ambos. En la
misma carta donde asesoraba a su padre sobre los cambios a realizar en el
Examiner, Hearst aconseja cambios en el formato y los contenidos que ha copiado
de Pulitzer. A saber, mejorar la presentación para mejorar legibilidad
(aquellos que Pulitzer consiguió con mayores espacios en blanco) y movilizar
los sentimientos humanos en las noticias. Pulitzer como genio, pero Hearst como
copia de genio. Todas aquellas mejoras estaban a disposición de todos los demás
diarios pero Hearst fue el primero en detectar los puntos fuertes de su
oponente.
También
muestran semejanzas en su espíritu propagandístico. Pulitzer, con sus 100 mil
ejemplares vendidos regaló sombreros de copa de seda para cada empleado. Al
alcanzar el cuarto de millón acuñó monedas de plata, con la estatua de la
libertad en una parte, y en la otra el número alcanzado. La estatua de la
Libertad fue otra gran campaña de marketing aprovechada por Pulitzer para
aumentar su presencia y la de su medio en la sociedad. En estos lares Hearst no
se quedó atrás. Desde la caza del oso Monarca hasta las excursiones por la
Bahía de San Francisco. El colmo y el culmen de toda esta guerra
propagandística se alcanzó con la guerra de Cuba (en la que por cierto
participó mi abuelo y con desgraciadas consecuencias). Toda la artillería
mediática, populista, trivial y “falsofeminista” de Hearst contra una nación,
España, en aras del enriquecimiento infinito de su ego. Un verdadero artista de
la propaganda con tintes de sinvergüenza.
¿Crees
que sigue siendo válida la opinión de Pulitzer sobre la formación universitaria
de los periodistas? ¿Por qué?
Absolutamente.
Recordemos una de sus palabras cuando trataba de buscar un redactor: «¿Qué ha leído Cobb sobre la historia de
América, Rhodes, McMaster, Trevelyan, Parkman? ¿Qué sabe sobre la constitución
y las leyes? (...)”. Después siempre venía la pregunta “hydeiana” como
director: ¿Cómo está de salud?.
La universidad no te
garantiza ser un buen profesional pero sí que te confiere el marchamo de que
conoces los principios básicos de la profesión. La preparación no es condición
suficiente para ser un buen profesional pero sí necesaria.
“Que el resto de profesiones y no el periodismo
deba tener la ventaja de una especial preparación me parece contrario a la
razón” (Pulitzer). Aquí está una buena razón más.
Por último destacar que el principal
valor que ofrece una universidad, por encima de la realidad cotidiana, es la
posibilidad de cohabitar con experiencias y profesionales que conocen la
profesión y sus diferentes disciplinas con verdadera profusión. Esto, como todo
está sujeto a excepciones, claro está, pero sin ese conjunto de herramientas
mayoritariamente funcionales y “perfectas” que componen una universidad,
difícilmente podríamos llegar a tener profesionales que puedan y quieran
mostrar una cara amable, honesta y, sobre todo, veraz de la información.
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