Lo de Cataluña y los medios tiene un punto de inflexión en 2014.
El caso que voy a tomar no sólo es
relevante por protagonizar otro nuevo escándalo reciente de corrupción sino por
todo lo contrario, si se me permite comenzar enmarañando este primer trabajo de
comunicación nacional y política.
¿A qué se puede deber que prefiera
empezar el texto aludiendo a la duda de si se trata de un caso de corrupción o
no?
La respuesta es tan clara como las pruebas que adjunto en el Anexo I y que, en orden cronológico,
ayudan a hacernos dudar hasta de nuestras propias certezas. A saber,
El día 28 de octubre de 2014, el diario El Mundo publica el número de cuenta del
alcalde de Barcelona a modo de titular, donde, con toda la certeza que puede
proporcionar el verbo ser en presente de indicativo, se atreven a asegurar en
la entradilla que “Éste es el número de la cuenta suiza de Xavier Trías en la
que estaban los 12.986.730,80 euros que fueron transferidos a Andorra en
febrero de 2013”.[1]
En el cuerpo de esta noticia se abunda en
la seguridad de las fuentes y en la pericia periodísticas con afirmaciones como
“Los investigadores no tienen dudas”, “Las Fuerzas de Seguridad del Estado
tratan ahora de constatar si el alcalde de Barcelona escondía fuera de España
casi 13 millones de euro.” Y “Según fuentes financieras, se trata de otras tres
o cuatro cuentas en las que hay saldos de alrededor de 200.000 euros en algunas
de ellas”.
De esta primera publicación podemos extraer
varios asuntos que nos llaman poderosamente la atención. Resulta sorprendente
que los investigadores no tengan dudas mientras las Fuerzas del estado estén
tratando de constatar lo publicado y las fuentes financieras no sepan si son
tres o son cuatro las cuentas con cantidades cuantificadas con vaguedad con el
término “alrededor de”.
En este primer día de los acontecimientos
que estamos estudiando podemos recordar el principio general primero de la FAPE
donde recuerda que “El Periodista actuará siempre manteniendo principios de
profesionalidad (...)”. Poco profesional parece ser aquel que puede afirmar con
rotundidad lo que sus propias fuentes no son, hasta este momento, capaces de
sostener, es decir, las fuentes no precisan porque no tienen constatado hasta
los últimos términos pero los periodistas sí.
Para terminar con esta primera noticia
recordemos el principio quinto de la FAPE sobre que el periodista debe asumir
el principio de que toda persona es inocente mientras no se demuestre lo
contrario. ¿Asumen los periodistas esta regla de oro cuando llegan a escribir
que “Para Trías, Suiza no es precisamente un país desconocido”?
Según los principios de Newton, a toda
acción le corresponde una reacción de igual valor pero de sentido contrario a
la acción original. Así sucedió en la noticia recogida por El Mundo al día
siguiente[2]. En un
acto para la campaña del “9N”, Trías ataca a las fuentes poniendo en tela de
juicio su credibilidad con una expresión sencilla y meditada: “Les he dicho que
me digan en qué banco están los 13 millones porque iré corriendo”. En esta
noticia, el medio se limita a trasladar la opinión del político sin entrar en
valoraciones personales ni aludir a comparaciones que puedan resultar
perjudiciales para Trías. Esta noticia viene firmada por un periodista ajeno al
trío de investigadores que protagonizaron la primera de las noticias fechadas
un día antes. Esto es relevante dado que le confiere una reputación profesional
bien distinta de los “avezados” investigadores.
Tres días después del inicio de esta
historia, el alcalde de Barcelona presenta un certificado bancario que asegura
que no dispone de ninguna cuenta en la entidad suiza desmintiendo rotundamente
la información publicada por El Mundo
en su edición del día 28 de octubre[3]. Esta prueba
escrita hace tambalear los principios
generales de la FAPE, presuntamente “asumidos” por los investigadores pero, en
la práctica, no llevados a cabo. En peligro se encuentran la honestidad, la
ética, el tratamiento informativo evitando la intromisión gratuita en la
intimidad de las personas y otros tantos preceptos que, a raíz de esta prueba
física, parecen confluir en que el celo profesional y el rigor han estado
ausentes.
De nuevo el principio de acción-reacción
se abre paso para ofrecernos la respuesta del medio, ese mismo día y pocas
horas después a través de un editorial. Aquí ya no median periodistas
localizados en Cataluña ni ninguno de los tres investigadores. Es la voz
oficial de El Mundo la que toma el
mando para contestar al político catalán y a su clarificador certificado[4]. El tono
del editorial es agresivo y, en ningún momento, pasa por reconocer la
posibilidad de incumplimiento del principio decimotercero de los principios de
actuación de la FAPE en lo que se refiere al deber de corregir errores difundidos con toda rapidez y mismo despliegue
tipográfico (...)
En esta ocasión, el editorial alega
cuestiones poco elegantes como el hecho de que (...) no es la primera vez que dirigentes de CIU, que tienen embargada hasta
su propia sede por corrupción, desmienten la comisión de irregularidades e
interponen querellas contra quienes publican sus asuntos turbios. Ya no
basta con que la turbiedad haya desaparecido con la presentación de pruebas por
parte de Trías porque, a juicio del diario, su cercanía institucional al caso
Pujol lo equipara al mismo en un ejercicio de poca profesionalidad y marcado
carácter tendencioso.
A raíz de la polvareda levantada por este
desmentido, El Mundo se recubre de
flores propias asegurando que es un
referente de independencia y de credibilidad.
No será desde estás páginas desde donde
se niegue esa afirmación pero sí recordaremos aquella famosa frase del editor
del Guardian sobre que los
comentarios son libres, pero los hechos sagrados.
También el editorial hace un intento de
disolución de las responsabilidades al reconocer que (...)
se ha limitado a informar de que un informe de la Policía documenta posibles
irregularidades del alcalde de Barcelona. Como se argumentó anteriormente,
esto ni ha sido así, ni la mano que arrojó la piedra estaba limpia de
irregularidades periodísticas y despropósitos éticos. Otra vez se utilizan
coletillas como “posibles irregularidades” en un texto que destila venganza al
utilizar como hechos meras suposiciones: “El problema para Trías es que el
prestigio de la clase política en general, y de CIU en particular, está bajo
mínimos (...)”
Desde un punto de vista personal y
profesional, mi primera acción habría sido doblar las rodillas para poder coger
del suelo el resto de trozos de mi propia cara que habrían caído como losas al
conocer el certificado de Suiza. En segundo lugar, siguiendo las
recomendaciones de la FAPE y de la propia decencia personal, habría pedido
disculpas por no haber contrastado la información suficientemente y, sobre todo,
por el mal infringido al señor Trías, independientemente de que me cause o no
simpatía. En tercer lugar entendería que desde la dirección del diario se me
abriera un expediente, no sé si informativo o sancionador, para señalar este
grave atentado a la profesión y, de ser reiterado en el futuro, llegaría a
comprender que incluso se me despidiera y tuviera que dedicarme a radiar
acontecimientos de patios de vecinos con ninguna otra fuente que no fueran los
“cuchicheos” de los propios vecinos. En suma, se trata de una secuencia de
acontecimientos que ponen sobre la mesa los conocidos argumentos sobre la
premura de las publicaciones, la calidad y el valor de las fuentes. Otra vez
más quien pierde es la profesión.
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