Versión del Capítulo I de "La Metamorfosis" de KAFKA en la "persona" de Wert.
Sonó la alarma de
su móvil y su dedo índice lo apagó con destreza en medio de la oscuridad. Era
viernes. Ignacio permaneció en la cama durante unos minutos con la extraña
sensación de que sentía un frío interior. Era diciembre y la calefacción había
estado toda la noche funcionando perfectamente. Hoy había consejo de ministros
y debía proponer una nueva tesis sobre la reforma del sistema educativo.
Después debería comparecer ante los medios, poner la mejor de sus sonrisas y
tratar de capear las preguntas de aquellos medios que le eran hostiles.
Encendió la luz
con un chasquido de sus dedos y cuando se incorporó para ponerse las zapatillas
cayó al suelo. No tenía piernas. Al menos no tenía las piernas que le
condujeron a la cama la noche anterior. El miedo le abrazó con tanta fuerza que
fue incapaz de gritar. Tampoco nadie, salvo su directora de protocolo que
estaba a punto de llegar y su secretaria, hubiera podido hacer nada.
Desde el suelo se
agarró al colchón de la cama y se impulsó para poder descubrir el edredón
polar. Una mancha gelatinosa transparente se movía nerviosa por la mitad
inferior de la cama. Era como esas gotas de mercurio que juegan a unirse y
separarse cuando se ha roto un termómetro. El viscoso líquido transparente
estaba gélido y parecía que le subía por sus inexistentes extremidades
inferiores. “Tranquilo Ignacio, hoy será un buen día y esto sólo es una
pesadilla”. Tras terminar la frase, parte de su tronco se transformó en liquido
rodeado de una fina y lipídica membrana de la que no dejaban de generarse
decenas de cilios. Quedó en silencio y pensó con cautela “¿no será esto un
castigo por la reforma que voy a impulsar?" Miró su medio cuerpo líquido y no
experimentó cambio alguno.
De repente, su
“iPad”, colocado en la mesita de noche se iluminó y la cara de su secretaria
relució como de costumbre: “Don Ignacio, buenos días. Acaba de llegar Susana,
¿está todo bien?”. Ignacio sabía que a la jefa de protocolo no le gustaba
esperar, pero bastante tenía él con haberse deslizado por debajo de la cama
para no ser interceptado por la cámara retina del “iPad” que le había asignado
el congreso. “¿Está todo bien Don Ignacio?” Un entrecortado “sí” promovió que
el líquido corporal y membranoso continuara ascendiendo hasta su cuello. Ya no
tenía brazos ni torso. Era una cabeza seguida de una masa gelatinosa plagada de
microvellosidades ciliadas, que se desplazaba por la habitación como un
espermatozoide en la sala de espera de un centro de donantes de gametos
masculinos.
Ignacio comenzó a
sudar unas lágrimas densas incoloras que nacían de cada uno de los cilios que
tapizaban su acuoso e hirsuto cuerpo.
“Una ameba, me estoy transfigurando en una ameba” No era una
transformación sino una transfiguración. Ignacio cayó en la cuenta de que en las
dos veces que había mentido esa mañana, el líquido orgánico se había apoderado
de una mayor parte de su cuerpo y el número de cilios había aumentado. “Si
miento otra vez, mi cabeza será fagocitada por mí mismo”. El terror a
desaparecer de la escena pública, del mundo, de las luces y los micrófonos le
llevó a describir rápidos movimientos sinusoidales por el suelo de la
habitación. Se detuvo junto a su cartera ministerial. A la altura de sus ojos
brillaban las doradas letras “Ministerio de Educación”. Enrolló su parte
plasmática sobre la cartera mientras continuaba exudando lágrimas que después
reabsorvía. “Una mentira más y terminaré en el cubo de la fregona, no puedo
permitírmelo”.
De nuevo el
“iPad” se iluminó. “Señor ministro, Susana ya tiene preparadas las
declaraciones para la rueda de prensa porterior al consejo de ministros". No
hubo respuesta ni tampoco se sabe que se le pasaría a Ignacio por su mente
unicelular. Lo único que se movía en la habitación era la imagen de la
secretaria en la pantalla del “iPad” como tratando de ver de dónde provenía ese
sonido tan particular que le recordaba a cuando se vaciaban las cantaras de
aceite de cinco litros en su Zafra natal.
Uffff !!! Todo un derroche de imaginación y originalidad. La proyección y metamorfosis kafkiana de Samsa a Wert es genial... Felicidades Pepe. Gran trabajo.
ResponderEliminarMuchas gracias karlfm!!!! La realidad supera a la ficción en este caso. Salud!
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